El agua es un elemento que está asociado con la humedad y los líquidos. Rige la saliva y el sentido del gusto. Da al cuerpo suavidad de movimientos y lo protege contra las fricciones. El agua tiene el instinto de descender y por eso nutre las formas de los mundos más densos. Así como la tierra se ablanda con las lluvias, el agua proporciona al cuerpo su plenitud y suavidad. Los astrólogos acostumbran a asociar el agua con las emociones, las facultades imaginativas y los sentimientos personales en oposición con el sentido de lo que nos rodea. Por ello, es totalmente subjetiva, así como el aire es objetivo. Refleja una impresión similar a una imagen en un espejo, aunque la propia al sentir de sí mismo. Por eso rige la sensibilidad interna, aunque no necesariamente la sensibilidad hacia los sentimientos ajenos o a una impresión espiritual que requeriría más desapego. Cuando el agua es equilibrada la disposición se dirige a la calma y firmeza, la persona es suave, flexible, gentil, sensible y agradable.
Así como el fuego rige la expansión y las aspiraciones, el agua rige la contracción y la autoprotección. Su exceso puede transformar a una persona aprensiva y excesivamente preocupada por su seguridad. También causa somnolencia, autoindulgencia, monotonía, voluptuosidad, lujuria, y con suma frecuencia: sobrepeso.
Cuando el elemento agua es deficiente, la persona tiende a manifestar los síntomas del exceso de aire en forma de rigidez y crujimiento. Carece de suavidad y de capacidad para relacionarse con los demás. No puede proyectar aquello que siente y por esto no es capaz de convencer a los demás de que tiene las razones personales adecuadas para lo que se propone y está realizando. En los casos graves, no sabe cómo se siente y carece de ritmo.
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