La gente, las situaciones, las cosas y “el destino” no nos fallan, son nuestras expectativas esa aparentemente inofensiva y sutil forma de inmoralidad.
Dicen por ahí que las copias, esas que nos mandan hacer en el colegio cuando somos niños, no sirven para nada. Dicen que no se aprende nada con ellas.
Sostiene la gente entendida que para aprender el aprendizaje debe ser significativo, es decir, que solo aprendemos lo que nos interesa de verdad, lo que nos motiva, lo que vivimos, lo que significa algo para nosotros.
Pues bien, nuestra tozuda manía de crearnos expectativas lleva toda la vida haciéndonos sufrir y todavía no lo hemos aprendido. Se supone que en este caso el sufrimiento debería ser suficiente aprendizaje y deberíamos de dejar de crearnos esas expectativas que lo causan.
Pues no terminamos de aprenderlo y seguimos “espectando”, sobre las cosas, sobre las situaciones, sobre lo que va a suceder o no, sobre cosas sobre las que no se tiene absolutamente nada de control, como los juegos de azar, como el clima (lluvias o no lluvias), sobre los gobernantes, nuestros deportistas o equipos favoritos, sobre los libros que no hemos leído o las películas que no hemos visto, pero sobre todo y por encima de todo sobre las personas… llámense: familiares consanguíneos o políticos, pareja, hijos, jefes, subalternos, compañeros de trabajo, vecinos conocidos y hasta de desconocidos.
Así que como no aprendemos sufriendo, vamos a probar del modo tradicional, a ver si funciona, y puede ser que ni así.
Copia cien veces:
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho
* Crearme expectativas me hace sufrir mucho………
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