El odio es uno de los sentimientos menos saludables que conozco. Dice Wayne W. Dyer que “el resentimiento es como ese veneno que fluye por nuestro sistema circulatorio causando estragos mucho después de haber sido mordidos por la serpiente. No es el mordisco lo que nos mata, sino el veneno” (1).
El tema no es tanto enfadarte como no soltar ese enfado. Si te lo quedas dentro, se irá extendiendo… y eso causa sus efectos.
Quizá ese alguien (o algo) en el que ahora puedas estar pensando no se merezca que tú le perdones pero tú si te mereces vivir en paz y, por ello, tú si te mereces perdonar… para recuperar tu equilibrio, tu bienestar, tu paz interior, para volver a vivir en armonía contigo mismo, con los demás, con la vida.
Más allá, puedes empezar a ver tus momentos de enfado como una oportunidad para aprender como liberarte de esas emociones de baja energía que te debilitan y sustituirlas por otras emociones de alta energía que te fortalecen. También para empezar a tomar conciencia de que pensamientos sobre ti mismo, los demás o la vida son los detonantes de tus enfados. Incluso para empezar a llamar por su nombre, enfado, aquello que antes denominabas de otra manera, quizá, como ansiedad.
Nuestra cultura nos ha enseñado que exteriorizar la ira es algo negativo, tanto que muchos han optado por reprimirla y no sólo de puertas afuera sino que tampoco se dan permiso para reconocerse a sí mismos estos sentimientos de odio en su diálogo interno. Ese conflicto reprimido (no me doy permiso para sentir ira pero, inconscientemente, la siento) desde luego que también causa sus efectos y también acaba por exteriorizarse aunque con otros disfraces.
Quizá hayas oído decir que no es bueno reprimir la ira, que si te la guardas dentro de ti puedes acabar quizá incluso somatizándola en tu cuerpo, con una migraña, por ejemplo. Sea como fuere, no es bueno quedarse enganchado en una emoción de odio. Creo que acierto al pensar que lo más probable es que no te guste enfadarte y, que si esto ocurre, lo que deseas es soltar esa emoción, liberarla cuanto antes ya que es algo bastante desagradable, para ti… y también para los que te rodean. Así que puedes plantearte soltarla cuanto antes, dejarla salir en formas que no sean destructivas para ti o para los demás. Quizá seas de los que la sueltan a raquetazos en el frontón o de aquellos otros que practican técnicas de liberación emocional como EFT-Tapping (técnica que te recomiendo especialmente ya que resulta muy saludable). Sin embargo, creo que, en cuanto a meta final, puede ser incluso mejor aprender a pensar de forma diferente para no crear esa rabia dentro de ti (o al menos disminuir las veces en que la creas).
Al final del camino, resulta que la ira ha sido generada por uno de tus pensamientos. Si cambias ese pensamiento, dejarás de generar esa emoción de baja energía que te debilita y podrás sustituirla por otra de alta energía que te fortalezca: el perdón. El perdón es probablemente el mayor acto curativo (sino realmente el único) para sanar el resentimiento. Esto es lo que me propongo explorar en las próximas entradas del blog.
Nota: (1) “Diez secretos para el éxito y la paz interior”
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