Por qué es tan poderosa y tan transformadora la aceptación?
Aceptación significa abrirse a los sentimientos
La aceptación no significa la automática aprobación de cualquier hecho, sea un sentimiento interior, la interacción con otra persona o algo que ocurre en el mundo exterior. Aceptación significa más bien que nos abrimos a la experiencia del acontecimiento. Podemos retener nuestra discriminación intelectual y la preferencia por que algo sea distinto de cómo se está ahora manifestando; sin embargo, no permitimos que nuestra preferencia interfiera la experiencia. Esto es posible porque la experiencia tiene lugar en el nivel de los sentimientos, no en el del intelecto. Al abrirnos a la total experiencia de algo, en el nivel sensitivo, lo aceptamos.
La capacidad de sentir tiene suma importancia. Los sentimientos son nuestra conexión con la vida; sin ellos estamos caducos, huecos y aislados de la verdadera realización. Los autobloqueos se producen en el nivel sensitivo, no en el nivel mental ni en el intelectual. Del nivel sensitivo es del que menos somos conscientes. Las personas que han alcanzado la autoaceptación desarrollan la capacidad para sentir en profundidad, sin resistencias, cualquier cosa que ocurra en su vida interior. La mayoría de nosotros no hacemos lo mismo, sino que bloqueamos los sentimientos para que no se hagan conscientes, lo que da como resultado confusión y desequilibrio emocionales.
Cuando interactuamos con otra persona que se acepta a sí misma tenemos la sensación de que esa relación es distinta de la mayoría. La persona que se autoacepta tiene la capacidad de aceptar a otros, de ser abierta a los otros, y de recibir sus energías sin resistencia. La persona que no se autoacepta no puede aceptar a los demás ni ser abierta a ellos. Debido a que rara vez encontramos personas que se autoacepten, no tenemos una auténtica percepción de cómo es una relación basada en la autoaceptación.
Cuando conocemos a una persona que se acepta a sí misma y nos acepta a nosotros, que no se nos resiste inconscientemente, experimentamos una revelación. Sentimos que estamos siendo aceptados en un nivel energético profundo. Estamos desarmados. No hay razón para resistirse. Sentimos amor. El amor no es más que aceptación. El amor incondicional es la aceptación incondicional, sea de uno mismo o de otra persona.
Cuando la aceptación incondicional forma parte del encuentro terapéutico, proporciona las fuerzas para la transformación. Se produce curación debido al poder del amor. Los bloqueos psicológicos se disuelven; no hay necesidad de combatirlos. Se intensifica la relación con el terapeuta y siempre existe un potencial problema de dependencia.
El despertar de la autoaceptación
Como hemos expuesto, el auténtico propósito de la relación terapéutica es, en último término, despertar en el cliente la aceptación de sí mismo. Esto ocurre mágicamente en la interacción, por una especie de resonancia. El resultado se ha denominado autoactualización en Occidente, autorrealización en Oriente. En ambos casos lo que se aviva es la capacidad para amarse a uno mismo. Se gana la capacidad para suscitar poder curativo interno mediante el amor por sí mismo. Ya no hay ningún ansia ni búsqueda de amor fuera de uno mismo; uno está completo con ser uno, sintiendo el amor en su interior. Las relaciones se enfocan como vehículos a través de los cuales se expresa el amor interior, en lugar de como contexto donde uno busca ser amado. La vida ha cambiado esencial y milagrosamente.
¿Debe buscar usted un terapeuta o un gurú para poder amarse efectivamente a sí mismo? Esto es algo que se discute; dentro de la especialidad hay autoridades a favor de las dos posturas. No cabe duda de que la clase de relación que he descrito puede ser decisiva para despertar el amor por sí mismo. Pero hallar esa relación tal vez sea difícil, y suele considerarse que es algo que “sucede” más que el resultado de una búsqueda explícita.
Yo he visto, gracias a la propia experiencia y a la de otros, que es posible hacer un progreso sustancial, si es que no del todo definitivo, por propia cuenta. Por esa razón, he formalizado el sistema del Proceso integrador, una autoterapia dirigida a despertar el poder de la autoaceptación y del amor a sí mismo, así como los centros superiores de la conciencia y de la comprensión. Aprenderá usted a activarse mediante un enfoque intelectual, en lugar de bajo la influencia personal de un maestro. No obstante, si tiene un terapeuta o gurú con los que trabaja, siéntase con libertad para continuar la relación si lo desea. El Proceso no es dogmático y es compatible con cualquier otra psicología humanista en que pueda estar participando. Conforme vaya iniciándose en el tratamiento irá usted ganando un conocimiento técnico, tanto teórico como práctico, de importantes principios psicológicos. Si no dispone de maestro personal, asuma que no lo necesita en este momento. Seguramente atraerá a alguien hacia su vida en el momento indicado, si necesita esa relación.
El trabajo con uno mismo
Muchas personas no han sido nunca asistidas por terapeutas ni gurús. Sin embargo,-prácticamente todos nosotros necesitamos aprender a despertar las cualidades de-la autoaceptación y del amor por uno mismo. Para mí es éste el-tremendo desafío-espiritual de nuestro tiempo.
La vida está en evolución y todos nosotros somos “obras en marcha”. El-objetivo-de la vida es despertar y expandir nuestras capacidades latentes para-el amor, la-creatividad y la inteligencia, pero se necesita un programa que nos apoye en nuestro-despertar. Cuando uno se pone en sintonía con esta natural necesidad evolutiva, de-inmediato se siente más en paz consigo mismo: ya no carece de propósitos. El goce que-genera el propio desarrollo basta para-mantenerlo a uno interesado en la vida.
Perseguir la evolución personal significa que se debe trabajar con uno mismo.-La-mayor parte de la gente entiende que se requiere esfuerzo y se aplican con-entusiasmo.-Nadie, ni siquiera el propio terapeuta, puede hacer ese trabajo por-uno. Debe estar usted-en el punto en que comprenda que el trabajo consigo mismo es una prioridad, porque-está usted cansado de funcionar (o no) como lo hace.-Aun así, muchas personas tienden a cometer un error-cuando inician el trabajo-sobre sí mismas. Es normal cuestionarse la propia vida y tal vez decidir que se requieren-ciertos cambios, pero el cuestionamiento-puede llevar a un hábito no productivo: el de-pensar demasiado.
Trabajar con uno mismo no consiste en pensar-constantemente en uno mismo
El asunto de pensar demasiado es de crucial importancia. Trabajar consigo mismo-no consiste fundamentalmente en analizarse a uno y sus motivos, ni en ser-meticulosamente introspectivo, ni en intentar controlarse y obrar mejor, ni-en tratar de ser-lo que uno no es. Este uso de la mente es contraproducente.
Hay que aprender a sustituir-los pensamientos por los sentimientos. Debe-aprender a sentir “lo que es” en el centro-sensitivo, en lugar de proyectar “lo-que espera” desde el centro del pensamiento.
Mucha gente que cree estar trabajando consigo misma se engaña porque no-tiene-la precisa comprensión que se necesita. Pasan el tiempo en constantes-autovaloraciones-que no hacen más que absorberlos en sí mismos. Cuando-haya leído este libro tendrá una-taxativa comprensión de cómo trabajar consigo mismo.
El proceso integrador
Integrar significa entrar a formar parte de un todo; recuperar, aceptar e incluir lo que antes estaba aparte. “Proceso” es un término psicológico que se refiere a la idea de aceptar y convivir con la experiencia tal como se manifieste, permitiéndole que se desenvuelva por sí sola en el aquí y ahora.
El Proceso integrador es el nombre que he dado al sistema de autoterapia que ha surgido a lo largo de mi trabajo conmigo mismo. Incorpora los principios anteriores y procede de la sabiduría oriental tradicional así como de los actuales conocimientos psicológicos de Occidente, pues ambas cosas he estudiado durante más de veinte años. He intentado combinar los elementos más poderosos y más compatibles de las dos tradiciones.
Integración significa aceptarse a sí mismo, con los propios sentimientos, tal cual es
La integración es el requisito para aceptar e incluir partes de uno mismo, o de la propia experiencia, en lugar de resistirse a ellas. Cuando algo no está integrado da lugar a un conflicto. Nos resistimos a algo (a un sentimiento, por ejemplo) porque creemos que el sentimiento es malo para nosotros. Hace que nos sintamos incómodos. Al luchar contra el sentimiento ampliamos la escisión entre nosotros y los sentimientos y aumentamos la sensación de conflicto.
La resistencia crea dolor
El conflicto que se crea debido a la resistencia causa dolor. Éste es un concepto clave. La causa de la mayor parte de nuestro dolor es nuestra resistencia a los sentimientos, no el verdadero sentimiento en cuanto tal, ni siquiera cuando se trata de un sentimiento “negativo”. Los sentimientos negativos pueden llevar en sí una cierta cantidad de dolor inherente, pero nosotros multiplicamos, exageramos y prolongamos ese dolor mediante la resistencia. Aprender la forma de aceptar las experiencias es el sistema de minimizar el dolor.
La experiencia tiene lugar en el momento
No obstante, no por haber aprendido a aceptar queda completamente integrada la-experiencia. Debe ser asimilada de una cierta forma, mediante lo que llamamos la experiencia directa, en la que queda absorbida o disuelta por completo. Al aprender a entrar en la experiencia directa ganamos la comprensión de lo que se conoce como “existir en el momento”.
Existir en el momento es una perspectiva mística. Se activa la conciencia-testimonial y funcionamos en un plano nuevo y superior que da como resultado una sensación de bienestar y euforia al tiempo que pone en juego poderes transpersonales que han estado bloqueados por el ego personal. Estos poderes actúan en un nivel muy práctico, llevando a cabo la transformación en situaciones a que previamente nos habíamos resistido. Al aceptar vamos más lejos. Alcanzamos lo espiritual a través de lo mundano. Descubrimos lo espiritual en lo mundano.
Es esencial aprender cómo abrirse al nivel de los sentimientos. Uno puede sentir que está padeciendo dolor en este preciso momento. No obstante, el problema es que-uno sigue resistiéndose al dolor con un autorrechazo inconsciente. El autorrechazo es un acto de la mente que crea dolor e impide su disolución. Desarrollar la capacidad para aceptar conduce a sentir sin obstáculos, a la catarsis y a la liberación del dolor. Sólo es-posible sentir cuando la mente se acepta a sí misma.
El proceso consta de cuatro pasos, cada uno de los cuales corresponde a una función de nuestra individualidad. Los pasos deben seguirse para lograr la integración de cualquier acontecimiento. El acontecimiento puede ser un sentimiento interior, una emoción o un hecho del mundo exterior. El proceso es de especial utilidad en circunstancias estresantes, pero también como forma de enfocar todos los sucesos de la vida, tanto “positivos” como “negativos”.
Una vez integrados, no perderemos nada de la vivencia del suceso. La energía del acontecimiento se disuelve, siguiendo su curso natural, en lugar de quedar atrapada y seguir afectándonos. Salimos “depurados”.
Los pasos del Proceso integrador
PASO PLANO FUNCIÓN
CONCIENCIA Intelectual saber
ACEPTACIÓN Mental pensar
EXPERIENCIA DIRECTA Corporal sentir
TRANSFORMACIÓN Espiritual trascender
1. CONCIENCIA.
Función intelectual: la conciencia básica del acontecimiento, sea un sentimiento o un suceso exterior. La conciencia incluye reconocer que el acontecimiento corresponde a una proyección de energía suprimida que se retiene en el subconsciente; en otras palabras, la “apropiación” del acontecimiento. La conciencia también incluye comprender los principios básicos de cómo trabajar con uno mismo y la decisión consciente de aplicarlos.
2. ACEPTACIÓN.
Función mental: cesa la resistencia al acontecimiento. Por lo general la experiencia se bloquea inconscientemente mediante diversas maniobras mentales de autorrechazo. Al aceptarnos, estos mecanismos se hacen conscientes y se abandonan. Entonces se aviva el amor por uno mismo y se abre el paso a la experiencia directa de los sentimientos.
3. EXPERIENCIA DIRECTA.
Función corporal: estar en el centro sensitivo, “en el momento” del acontecimiento. Se penetra por completo en las sensaciones, sin resistencia, análisis ni culpa. El acontecimiento se vive en el plano corporal hasta disolverse la energía.
4. TRANSFORMACIÓN.
Función espiritual: se activa la conciencia testimonial y la superior inteligencia transpersonal guía las energías, lo que da lugar a un inesperado cambio exterior creativo y a una catarsis interna. Nada obstaculiza el flujo de la vida. Se producen ajustes espontáneos y sin control consciente.
De este modo hemos pasado sucesivamente por los diversos niveles de la experiencia, en orden lógico, culminando en el espiritual. Lo que puede sorprender a muchos es que se alcance lo espiritual a través de lo corporal, o bien desde el centro sensitivo y no desde la mente o el intelecto. Desde luego que no me refiero a la naturaleza sensual del cuerpo sino a los centros superiores de conciencia a los que sólo se accede por los sentimientos.
Acostumbramos tener la falsa idea de que la realización, la paz y la felicidad pueden alcanzarse mediante el conocimiento, el logro o la posesión. Al examinar el siglo xx, la falsedad de esta postura se hace más evidente. La verdadera felicidad es incondicional; se logra cuando utilizamos el intelecto para entender que el conocimiento es importante, pero no satisface en último término, cuando vamos más allá de la inclinación egocéntrica y posesiva de la mente, cuando entramos en la experiencia directa de nosotros mismos y del universo, cuando tenemos la percepción de que nosotros somos el universo.
Entiendo que cuando
no me acepto a mí mismo,
o no acepto mis sentimientos,
contraigo una deuda conmigo mismo.
Los sentimientos no desaparecen,
sino que se esconden en el subconsciente,
para rebrotar más tarde.
Cuando acepto mis sentimientos tal como son
no contraigo ya ninguna deuda.
Experimento la vida plenamente
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