Algunos pretenden detenernos mientras seguimos girando 365 días dan para más
Emprender hoy un resumen de los principales acontecimientos del año sería una forma tan tradicional como aburrida de finalizar el 2011, además es difícil competir con los concienzudos balances que están realizando todos los grandes medios. Sin embargo, sí podemos concluir que han sido doce meses extraordinariamente convulsos, marcados por turbulencias financieras que desembocaron en terremotos políticos y revoluciones democráticas de diversa índole que parecen haberse descafeinado con el placebo navideño. Quiero hoy hacer balance de lo que no sucedió, de las oportunidades perdidas por la negligente gestión internacional de un clima propicio para los cambios que ha provocado la peligrosa sensación general de que la política ha dejado de ser el motor de nuestra evolución social para convertirse en el freno de la misma o en el mejor de los casos en un paracaídas defectuoso. ¿Cuales son por lo tanto los principales no-sucesos que debiendo ser no fueron?
Este año no conseguimos evitar la vergonzante hambruna que asola el cuerno de África. Un periodo de magníficos resultados para el especulativo mercado del grano de Chicago y el fomento de las cleptocracias imperantes. Una nueva oportunidad perdida para cumplir y hacer cumplir la docena de acuerdos, declaraciones y compromisos sobre seguridad alimentaria firmados a lo largo de cuatro décadas. Los que crecimos con las imágenes de la hambruna etíope de los 70' y 80', sabemos leer las señales, supimos que la piratería de 2010 era un preludio del horror. Se pudo prever y no se vio, se debió corregir y no se actuó.
calzoncillos y aspiraciones presidenciales.
Con respecto al planeta y su enfermedad endémica, este año simplemente no ha ocurrido nada. Países con condiciones solares y eólicas óptimas como Jordania han aprobado la construcción de centrales nucleares que no se podrán refrigerar por la escasez de agua, otros seguimos sin definir un modelo energético sostenible y todos han optado por dar continuidad en Durban a un protocolo de Kyoto que casi nadie cumple. Habrá que esperar a los años 20'.
No recuerdo haber visto a lo largo de los doce últimos meses a ningún responsable de las grandes compañías financieras, aseguradoras o agencias de calificación pasar por los tribunales para pagar por sus crímenes. Tampoco tengo constancia de ningún gran acuerdo global que haya buscado una nueva regulación de los mercados. Sí ha sido, sin embargo, un gran año para que alguno de los culpables recupere puestos de responsabilidad en diversos gobiernos, con alguna excepción como el pésimo director del fondo monetario internacional que en un hotel de Nueva York perdió sus
En el ámbito local, Europa no aprobó el establecimiento de eurobonos, tampoco adquirió compromisos para establecer una unión fiscal, no se definieron medidas conjuntas de lucha contra el fraude ni equilibrios salariales. Un periodo por lo tanto estupendo para los evasores de impuestos, los especuladores y los autócratas postmodernos que, cual termita, escondidos en el tronco de las instituciones europeas devoran nuestras esperanzas de unión en un proceso de agonía lo suficientemente lento para poder lucrarse o sacar ventaja competitiva.
En el ámbito microscópico, España hizo caso omiso a los grandes pensadores políticos y siguió obcecada en la idea de que una buena constitución es lo mismo que una constitución perfecta. Las constituciones nunca se reforman en momentos de bonanza, el mejor caldo de cultivo para revisarlas se encuentra en las crisis y de nuevo perdimos la oportunidad de lograr una mayor igualdad territorial, participación democrática y eficiencia institucional. Nada se hizo a este respecto excepto blindar el gasto de tapadillo por imperativo mercantil. Todo envejece, nuestra constitución también y ya es un año más vieja.
Solidaridad global, corresponsabilidad económica, conciencia medioambiental, cohesión internacional y política de amplio espectro. Cierto es que ninguno de estos cinco pilares del sostenimiento de nuestras sociedades hayan sufrido ninguna evolución positiva digna de mención durante este año que termina pero no es menos cierto que lo que ha de cambiar, cambiará, aunque sólo sea por la propia erosión del tiempo.
Pensar en ello, es más una cuestión de realismo paciente que de desvarío utópico y ya que no juro, me limitaré a manifestar mi intención de revisar este artículo el 12 de diciembre de 2012, todo indica que para entonces seguiremos teniendo planeta, sólo queda saber si será mejor o peor, no demos nada por hecho. Mientras tanto, permitámonos ser moderadamente utópicos, el año que viene, tardaremos un día más en dar la vuelta al Sol, aprovechémoslo.
Os deseo un comprometido 2012, del compromiso se pueden extraer pequeñas dosis de felicidad.
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