Todo lo que yo lamento, lo estoy excluyendo.
Todo lo que acuso, lo estoy excluyendo.
A cada persona que despierta mi enojo, la estoy excluyendo.
Cada situación en la que me siento culpable, la estoy excluyendo.
Y yo estoy empobrecido cada vez más.
El camino inverso sería:
Todo lo que yo lamento, lo miro y digo: Sí, así fue y lo incorporo en mí con todo el desafío que representa para mí.
Yo digo: Haré algo contigo. Ahora te tomo como una fuente de fuerza, sea como fuere.
El movimiento básico es siempre el mismo: en lugar de excluir, incorporar.
Al respecto hay una observación sorprendente.
Cuando incorporo lo que había rechazado o lo que es doloroso, lo que me genera culpa o por lo que me siento injustamente tratado, lo que fuese... no todo cabe en mí cuando lo incorporo.
Hay algo que permanece fuera. Al consentir plenamente, lo que se internaliza en mí es sólo la fuerza.
Lo demás simplemente queda fuera y no me infecta.
Al contrario, me desinfecta, purifica.
La escoria queda fuera y las brasas penetran en el corazón.
Bert Hellinger- Un Largo Camino-
Comunidad Consciencia
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