Hay personas afortunadas que son optimistas por naturaleza. Para los que tienden a ver el vaso medio vacío o vacío del todo, no todo está perdido. Aunque nos pueda parecer algo imposible, todos nosotros tenemos la capacidad de reeducar la mente transformando los patrones negativos de pensamiento por un diálogo interno positivo, optimista y confiado. Un uso inadecuado de la mente, dirigida por pensamientos negativos y limitadores de nuestro potencial, está asociado con un mayor riesgo de sufrir trastornos del estado del ánimo y patologías. A modo de ejemplo, en un estudio llevado a cabo por el investigador estadounidense T.P Hackett, pacientes optimistas que le quitaban importancia a haber sufrido un grave infarto de miocardio y minimizaban la seriedad de su condición, se recuperaban antes y tenían más probabilidades de sobrevivir que aquellos que reaccionaban con angustia y desesperanza.
pensamiento positivo
Pensamiento Positivo
La gran pregunta es ¿cómo podemos controlar esos pensamientos negativos que perturban nuestra mente para transformarlos en positivos?. No nos engañemos: no existe ningún truco ni fórmula mágica e inmediata que nos permita modificar un patrón mental construido desde nuestro nacimiento y con aportación, por demás, de la genética. Estamos acostumbrados a querer las cosas de manera inmediata y sin esfuerzo, pero como en otros muchos aspectos de la vida, para poder controlar y transformar los pensamientos no hay más secreto que “las tres t”: trabajo, trabajo y trabajo.
Como primeras sugerencias, algunas técnicas a aplicar podrían ser:
La base del cambio es tomar conciencia, darse cuenta de que los pensamientos negativos existen en nuestra mente, observar cuándo aparecen y cómo afectan a nuestro cuerpo. Es muy importante identificar los pensamientos, escribiéndolos si es necesario, ya que escribir nos ayuda a conocernos mejor – al facilitar la escucha de nuestro diálogo interno-, a sincerarnos y a poner en orden nuestros pensamientos y emociones.
Tener una buena “higiene verbal”, ser conscientes de las palabras que utilizamos tanto en nuestro diálogo interno como en la interactividad con el resto de personas es fundamental para el proceso. El poder de la palabra es mucho más fuerte de lo que podemos imaginar. Si cada día que te miras al espejo te dices a ti mismo que tienes ojeras, tienes arrugas y estás horrible, llegarás a creerlo. Es importante tener en cuenta que en el proceso de percepción, el cerebro no distingue entre las cosas que están sucediendo realmente y las cosas que nosotros imaginamos en nuestra mente.
Una vez identificados los pensamientos negativos hay que dar un paso más: ¿esos pensamientos perturbadores se corresponden con un problema, hecho o acontecimiento real?, ¿están sucediendo aquí y ahora?, o por el contrario, ¿la preocupación y la angustia obedecen a un recuerdo del pasado o a una proyección hacia el futuro, es decir, inexistentes en el aquí y ahora?. Si analizamos nuestras preocupaciones, nos daremos cuenta de que la gran mayoría se refieren a situaciones que no están ocurriendo de forma objetiva y real en el momento presente, sino sólo en nuestra imaginación al recordar o al imaginar hipótesis. Es natural tener cierta inquietud por los proyectos que tenemos entre manos, pero no podemos permitir que esa inquietud nos supere convirtiéndose en preocupación o ansiedad. Y si el problema que nos preocupa existe, nuestra energía debe dirigirse no a anclarnos en la queja y el negativismo sino a dar pasos y tomar las riendas para resolverlo.
Si hemos trabajado y entrenado lo suficiente los pasos anteriores, es probable que, poco a poco, empecemos a darnos cuenta del momento en el que nuestra voz interna empieza el “bombardeo” de pensamientos negativos. En ese instante de toma de conciencia, debemos invertir la frase y el pensamiento negativo a su opuesto, el positivo, y repetírnoslo para creérnoslo. Sólo así se integrará en nuestro patrón mental. La conciencia (entendida como “darse cuenta”), el entrenamiento, la constancia y la paciencia son las claves del cambio.
Como sabiamente afirma el prestigioso psiquiatra Luis Rojas Marcos en su fantástico libro “La fuerza del optimismo” (Santillana Ediciones Generales, 2006): “Una buena autoestima estimula emociones positivas y nos protege de las negativas. Sin una opinión positiva de uno mismo no es fácil desarrollar una disposición optimista”.
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